¿Puede realmente el amor durar para
siempre? No hablo de un amor rápido, fácil, y desechable. Me refiero al tipo de
amor que crece a fuego lento, al sentimiento más intenso, a la entrega
irracional y a la pasión incontrolable. A arreglar la humanidad a besos
empañando su coche, a descubrir la fórmula de la paz una madrugada
cualquiera en su cama y a tocar el cielo preparando una cena para dos a cuatro
manos. ¿Puede un amor así, tan vivido como sufrido, conocer la eternidad?
¿Puede el amor resistir a la inesquivable
rutina? ¿Puede la llama mantenerse sin importar el paso y el peso de los días? Dicen
que biológicamente el amor dura apenas dos o cuatro años y psicológicamente no
más de siete.
Pasado ese tiempo y más allá de la
comodidad, ¿qué es lo que se tiene? ¿Qué es lo que queda? ¿Es la resaca de un
gran amor suficiente para continuar? ¿Es la desconfianza en todo aquello que no
has hecho lo que hace que te quedes, con la confianza de que en algún momento darás
lo no otorgado? ¿Estamos resignados al olvido? ¿Debemos, cuando nos embarcamos
en una relación, asimilar que el amor que todavía está naciendo está destinado a
morir?
¿Puede realmente el amor durar para
siempre?
Alejandra Elorza