No tardes. Estas
cosas no esperan, pasan una vez en la vida y yo te estoy dando la oportunidad.
Estoy impaciente por besarte… No creo que pueda aguantar más. La espera me está
matando y tu mirada clavada en mis ojos ha detenido el reloj. Nada se mueve a
nuestro alrededor y eso me aterra.
Déjame
quererte, te lo suplico. Es navidad, y eso es lo que hace la gente. Se quiere y
se cuida, se da la mano, pasea y se hacen fotos besándose en el árbol de la
Puerta del Sol.
Las calles
están iluminadas con luces de colores. Todos cargan con bolsas de regalos, llevan
gorros con pompones en la cabeza y no ocultan la sonrisa. Irradian felicidad. Y
yo también quiero, junto a ti.
¿Y si vamos
a pasear por Madrid y de la mano intentamos esquivar al frío? Asaltemos la
esquina más calurosa de este crudo invierno y quedémonos en ella a vivir.
Podemos, si
no te apetece pasear, ir a cenar, o comprar los regalos de reyes (estoy segura
de que los estás dejando para el último momento como siempre), o a beber
cerveza, o preparar cena para dos. Recuerdo que hace no tanto me dijiste que
querías aprender a cocinar. Quizás este es el momento, ¿no crees?
Y si
tampoco te entusiasma, te propongo ir a ver despegar aviones en Barajas e
inventarnos historias sobre los pasajeros. A dónde van o si por el contrario
están volviendo a casa, si les da miedo volar, si encontrarán el amor en ese vuelvo
o estarán comprometidos, si vuelen solos o acompañados y si su compañero de
viaje es realmente el amor de su vida. En definitiva, qué les mueve, qué les
duele y qué aman.
A mí tú ahora
mismo me estás moviendo. Trastocas mi vida y me mueves el corazón, que bombea
sangre a mil por hora y siento que se va a salir de mi pecho y te va a alcanzar.
Y también dueles porque te estoy amando como nunca y tú estás ahí paralizado, y
yo estoy tan bloqueada que no consigo descifrar tu mirada.
Y ese
enigma que es ahora tu mente me está llevando a planear una vida en tan sólo
unos cuantos segundos, los que han pasado desde que te he dicho que ni puedo ni
quiero seguir viviendo sin ti.
Y al fin te
acercas, poco a poco. Sé que me cogerás la mano, pero no si después me darás un
tierno beso en la frente o dejarás las dulzuras de lado y me comerás.
Y menos mal
que has decidido que te apetezco para merendar. Que dices que te has cansado de
malcomer y que soy lo que tu salud necesita. También te necesito yo, no te
creas. Últimamente andaba desequilibrada y desorientada y a veces, más de las
que me gustaría, creía que me moría cuando por las noches aparecía tu boca
junto a la mía. Siempre en sueños por desgracia. Y para eso, me dicen en la
farmacia, no hay cura.
Y ahora que
has dado el paso y ya no hay distancia entre nosotros agárrame, y ya no me
sueltes. Tócame el corazón y ponme el estómago del revés. Es Navidad y eso es
lo que tú y yo hacemos en esta época.
Alejandra Elorza