martes, 12 de noviembre de 2013

Lecciones gramaticales



Tú eres, luego yo soy

Eres acción a quemarropa,
la calma tras la tempestad,
las hojas arropando el suelo en otoño
y mil canciones sin componer.

Tú eres la razón coherente,
el refugio donde esconderme,
la sonrisa tras el beso
y el susurro que me tranquiliza.

Eres la impaciencia de verte,
poesía y melodía,
las ganas de besarte
y los celos antes de saludarte.

Aceite, sal y un poco de vinagre: el aliño perfecto.
Como un chupito de tequila con limón, ardiente.

Y yo soy, sólo, porque tú eres.

Soy la canción desesperada de Neruda,
el café logrando el equilibrio térmico con las manos,
la chimenea que convierte en hogar a la casa,
una foto familiar en blanco y negro
y mi pintalabios en tu mejilla.

Soy, dicen, 65 por ciento agua,
el maquillaje corrido un sábado a mediodía,
el error incorregible,
la mesa llena de botellines y amigos en un bar cualquiera
y un gin-tonic, dos, e incluso puede que tres.

Soy cada vez más de ti y menos de mí,
cartas sin remitente al fondo de un cajón,
el aceite en tu agua
y un poquito de aquí y un “muchito” de allí.

Y así, somos.

Una de arena y otra de cal,
cenas en restaurantes con poca luz,
calor en invierno y frío en verano,
y sonidos en la noche

Somos besos inadecuados en portales,
la corriente que lleva al mar,
paraísos inventados y
huracanes en la cama.

Somos de carne y beso,
somos los catorce versos endecasílabos del soneto más perfecto que todavía está por escribir.

                                           Firmado, Alejandra Elorza





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