Tú
eres, luego yo soy
Eres acción
a quemarropa,
la calma
tras la tempestad,
las hojas arropando
el suelo en otoño
y mil canciones
sin componer.
Tú eres la
razón coherente,
el refugio
donde esconderme,
la sonrisa
tras el beso
y el
susurro que me tranquiliza.
Eres la
impaciencia de verte,
poesía y melodía,
las ganas
de besarte
y los celos
antes de saludarte.
Aceite, sal
y un poco de vinagre: el aliño perfecto.
Como un
chupito de tequila con limón, ardiente.
Y yo soy, sólo, porque tú eres.
Soy la
canción desesperada de Neruda,
el café logrando
el equilibrio térmico con las manos,
la chimenea
que convierte en hogar a la casa,
una foto
familiar en blanco y negro
y mi
pintalabios en tu mejilla.
Soy, dicen,
65 por ciento agua,
el maquillaje
corrido un sábado a mediodía,
el error
incorregible,
la mesa
llena de botellines y amigos en un bar cualquiera
y un gin-tonic,
dos, e incluso puede que tres.
Soy cada
vez más de ti y menos de mí,
cartas sin remitente
al fondo de un cajón,
el aceite
en tu agua
y un poquito
de aquí y un “muchito” de allí.
Y así, somos.
Una de
arena y otra de cal,
cenas en restaurantes
con poca luz,
calor en
invierno y frío en verano,
y sonidos
en la noche
Somos besos
inadecuados en portales,
la
corriente que lleva al mar,
paraísos
inventados y
huracanes
en la cama.
Somos de carne y beso,
somos los
catorce versos endecasílabos del soneto más perfecto que todavía está por
escribir.
Firmado, Alejandra Elorza
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